Bueno, pues creo que ya va siendo hora de contar la anécdota del verano...
Ocurrió un día tal como el 23 de Julio, caminando de excursión de Fuenteheridos a Valdelarco, en Huelva. A eso de las 12 y media de la mañana decidimos hacernos una foto aquí. Tras ello guardé mi cámara en mi bandolera y continuamos caminando.
Al llegar al pueblo, nos s a comprar algo de beber, y al ir a coger la cartera de la bandolera me di cuenta de que me la había dejado abierta, y la noté demasiado vacía. Hice recuento: cartera, dos barajas de cartas, la navaja, papel y boli... pero nada de cámara. Después de revisarme todos los bolsillos y preguntar 20 veces a todos mis acompañantes, fui haciéndole a la idea de que me había quedado sin ella, más preocupado por las cerca de 600 fotos que tenía, y de con qué íbamos a seguir haciéndolas, porque nadie más tenia cámara.
A eso de las 6 de la tarde, emprendimos el regreso. Aunque con pocas esperanzas de encontrarla, volvimos sobre nuestros pasos mirando al suelo, rebuscando en cada sitio donde nos habíamos sentado a descansar. Y cuando ya estábamos al sitio donde nos hicimos la foto, y ya casi había desistido, ocurrió.
Ocurrió un día tal como el 23 de Julio, caminando de excursión de Fuenteheridos a Valdelarco, en Huelva. A eso de las 12 y media de la mañana decidimos hacernos una foto aquí. Tras ello guardé mi cámara en mi bandolera y continuamos caminando.
Al llegar al pueblo, nos s a comprar algo de beber, y al ir a coger la cartera de la bandolera me di cuenta de que me la había dejado abierta, y la noté demasiado vacía. Hice recuento: cartera, dos barajas de cartas, la navaja, papel y boli... pero nada de cámara. Después de revisarme todos los bolsillos y preguntar 20 veces a todos mis acompañantes, fui haciéndole a la idea de que me había quedado sin ella, más preocupado por las cerca de 600 fotos que tenía, y de con qué íbamos a seguir haciéndolas, porque nadie más tenia cámara.
A eso de las 6 de la tarde, emprendimos el regreso. Aunque con pocas esperanzas de encontrarla, volvimos sobre nuestros pasos mirando al suelo, rebuscando en cada sitio donde nos habíamos sentado a descansar. Y cuando ya estábamos al sitio donde nos hicimos la foto, y ya casi había desistido, ocurrió.
Junto al arcén de la carretera, y a menos de 50 metros de donde nos hicimos la foto, allí estaba mi cámara tirada. Menos mal que por allí no pasaba mucha gente, y menos mal que no estaba en el asfalto, que no se qué hubiera sido peor... pero bueno, el caso es que la recuperé. ¿Cuestión de suerte?
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